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mayo  15, 2024

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La restauración de las leyes…


“Esta reseña no pretende una moraleja lineal a partir de hechos tan lejanos en la historia de la provincia y del país, pero sí resaltar que la restauración de las leyes e instituciones configuró un título de supremo honor. O sea, remarcar la dignidad del título y lo que este encierra. (…)
Luigi Pirandello revolucionó el teatro moderno al bajar los actores del escenario y mezclarlos con el público, alterando una arraigada convención de deslinde entre realidad y ficción, en sus “Seis personajes en busca de una autor”, estrenada en 1929. Del mismo modo puede decirse que hoy somos cuarenta millones de actores enfermos de anomia en busca de quienes asuman el vacante título de “restauradores de las leyes”, la seguridad jurídica y el encauce institucional del ejercicio y control del poder político.”

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La restauración de las leyes… 

Por Roberto Antonio Punte  

Luego del alzamiento militar de Lavalle en diciembre de 1828, que disolvió la Junta de Representantes, fusiló  sin juicio previo al Gobernador y Primer Encargado de las Relaciones Exteriores, D. Manuel Dorrego, asumiendo en su lugar el mismo  Lavalle el gobierno en Buenos Aires, se produjo una inmediata reacción en distintas provincias. La denominada Convención Nacional nombró jefe del ejército de las Provincias Unidas al gobernador de Santa Fe, López, quien buscó alianza con Rosas, por entonces Jefe de Milicias. Entre tanto, se reunían las fuerzas contrarias de Paz y Lavalle.

 

La amenaza de  extensión de la guerra civil, con gravísimas consecuencias, determinó se firmara  en Cañuelas el 24 de junio de 1829 una Convención , suscripta por Lavalle como  gobierno de la ciudad, y por Rosas por el pueblo armado de la campaña,  acordándose  elecciones con una lista de unidad, que finalmente no fue respetada, lo que desembocó en nuevas hostilidades.Esto concluyó en otro pacto, y la gobernación  provisoria de Viamonte , mientras seguía la guerra en el interior, entre los ejércitos de Paz y los federales de Quiroga.

 

Viamonte convocó a  la disuelta Junta de Representantes  en la composición que había sido derrocada el año anterior,  que reinició sus sesiones en diciembre de 1829, disponiendo la inmediata elección de Gobernador y Capitán General de la provincia, con las facultades extraordinarias necesarias hasta la reunión de la próxima legislatura, en  la persona de Juan Manuel de Rosas, por 32 votos sobre 33, salvo Terrero, su amigo,  que votó por Viamonte.

 

El 1º de diciembre de 1829, la Legislatura lo declaró formalmente  “Restaurador de las leyes e instituciones de la Provincia”, junto con otros honores, que Rosas rechazó, aceptando sin embargo el título. Saldías recoge el texto del rechazo: ”El infrascripto no pretende hacer alarde de una modestia falaz…Basta ,señores, la aprobación unánime de  los representantes .Basta que la Sala reconozca que al infrascripto  le ha cabido la gloria de contribuir a restaurar las leyes ,para que él pueda legar a sus hijos una lección cívica más influyente que todas las condecoraciones...si bien se trata de “un título de honor permanente”- advierte- aunque “muestra la liberalidad de los representantes , es un paso peligroso para la libertad del pueblo, porque no es la primera vez que la prodigalidad de los honores  ha empujado a los hombres públicos hasta el asiento de los tiranos..”[1]

 

Gálvez critica el gesto de adulación, pero rescata la noción de “defensor de las leyes”. Urquiza, sin el título, lo ejerció efectivamente. Al ser investido Director Provisorio con encargo de impulsar el proceso constitucional , expresó : “mi programa político está fundado en los principios de fraternidad, orden y olvido de  todo lo pasado” … ”siendo los actos todos de mi vida pública  la garantía que os doy de la promesa que acabo de hacéros..que cuando el Congreso Federativo sancione la Constitución  y los pueblos confederados entren en la senda constitucional, yo devolveré  a él, el depósito que me habéis confiado…”

 

Esta reseña no pretende una moraleja lineal a partir  de hechos tan lejanos  en la historia de la provincia y del país, pero sí resaltar que la restauración de las leyes e instituciones configuró un título de supremo honor. O sea, remarcar la dignidad del título y lo que este encierra. Esto sin olvido de lo que  pueda alegarse o debatirse  sobre el largo gobierno, claramente personalista  y con abuso de  facultades extraordinarias de su entonces titular , siendo preciso  a la vez reconocer que  también debe aceptarse que en ese período se fueron asentando tanto las bases jurídicas -el  Pacto Federal de 1831- como  las político institucionales  que permitieron luego , una vez derrocado Rosas ,  que en relativo poco tiempo se estableciera la etapa de organización nacional . 

 

En efecto, si el título de legislador reconocido  a Licurgo y a Moisés, fue un título honorífico que trascendió en los siglos, no cabe dudas que el de Restaurador de las Leyes e Instituciones es una dignidad que vale  más allá de quien lo ostentara hace casi doscientos años.

 

La historia no necesariamente se repite. Pero es maestra de  vida. Y en estos tiempos sin reglas, o con reglas rengas, sólo para “los otros”, es necesario mirar por quienes sepan asumir el ilustre título claramente vacante, y pueda ejercerlo en el espíritu de este  tiempo presente, según los mejores modelos del pasado.

 

Luigi Pirandello revolucionó el teatro moderno al bajar los actores del escenario y mezclarlos con el público, alterando una arraigada convención de deslinde entre realidad y ficción, en sus “Seis personajes en busca de una autor”, estrenada en 1929. Del mismo modo puede decirse que hoy somos cuarenta  millones de actores enfermos de anomia en busca de quienes asuman el vacante título de “restauradores de las leyes”, la seguridad jurídica y el encauce institucional del ejercicio y control del poder político.

 

Alberdi en las Bases trazó un teorema y su respuesta, al  presentar  las distancias y el desierto, las medidas geográficas y  humanas de nuestra realidad de 200.000 leguas cuadradas en las que un puñado de habitantes “se deslíe como una gota de carmín en el río Paraná”. Así definió  nuestro mayor problema como  incipiente nación. Y a la pregunta, ¿cual será la mejor constitución para un desierto? respondía asertivamente: “aquélla que haga que deje de ser un desierto”…Si hoy nuestro principal problema es la anomia, el menosprecio de las normas, la viveza criolla  descripta por Jauretche, la búsqueda persistente de los atajos, no cabe duda que el mayor y buen remedio es reencontrar la aplicación pareja de la buena ley. Pero esto requiere profundos cambios desde el ejemplo público.

 

Porque las instituciones no tienen otra realidad que las que le asignan los actores del entramado social. Quienes las habitan y ponen en vida y acción.

 

Hoy, ante el diagnóstico generalizado de que es la anomia ,el incumplimiento de las leyes y el menosprecio de las instituciones uno de los rasgos definitorios de la vida nacional, no es preciso requerir una guerra civil para que este título se encuentre nuevamente en condiciones de ser ungido, ya no por un hombre sino por muchos, tal vez por toda una generación restauradora.

 

En consecuencia  la modificación de las conductas ha de surgir desde altos modelos , que a la vez las cumplan. Nunca más de superhombres autoungidos desafiantes  de toda regla, pues ese  caso el resto no hará sino aguaitar el momento, la oportunidad, la distracción, la nocturnidad y la  sombra, para hacer en mayor o menor medida lo mismo.

 

Habrá esta vez que reservarlo para  quienes, sin perder su carácter republicano, sean capaces de llenar las condiciones  indicadas, esto es liderar  el reencauzamiento institucional, la reparación de los daños, y la instalación de un régimen según la ley y la Constitución, así como establecer los caminos de una renovada convivencia  en armonía, ejercida de modo leal y fiel, tanto por los ciudadanos comunes como   aquellos a quienes corresponda ejercer funciones públicas.

 

 

 

 


[1] 

Rosas asumió el 8 de enero de 1830, y pocos días más tarde  la misma Junta de Representantes, por resolución del 25 de enero de 1830, dictó un decreto aprobando la conducta política y militar de Rosas desde el 1 de diciembre de 1828 hasta el 8 de diciembre en que tomó posesión del gobierno de la provincia, y le hizo formal entrega del título de “Restaurador de las Leyes  e Instituciones de la provincia de Buenos Aires”, confiriéndole además el grado de brigadier .

Bibliografía:“Rasgos de la vida pública de S. E. el Sr. brigadier general D. Juan Manuel de Rosas” homenaje de la Sala de representantes 1842, Edición Facsimil, Ed. Free Land.Agradezco a Juan Antonio Vergara del Carril, la facilitación de este documento. Es difícil  encontrar las referencias a este título al cual se refiere el historiador B. Lafont en su Historia de la  Constitución Argentina – Anarquía – Tiranía- Organización – tomo II. Ed. FVD. Buenos Aires 1953, pág 115.

 Alberdi, Juan Bautista “Bases..Caps.XIX y XX,pgs.295,307....-Ed.Sudamericana 1969, con Comentario de Jorge Mayer.

Galvez, Manuel.”Vida de Dn. J.M de Rosas”-Ed.TOR 1959-Cap.VII-p.109.

Saldías ,Adolfo –“Historia de la Confederación Argentina”-Eudeba 1973-TºI.-Cap.XVI.

Documentos de la Conformacion Institucional Argentina-PEN-MI.Imprenta del Congreso-1974 p.497.

 

 

 

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