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La restauración de las leyes…
“Esta reseña no pretende una moraleja lineal a partir de hechos tan lejanos en la historia de la provincia y del país, pero sí resaltar que la restauración de las leyes e instituciones configuró un título de supremo honor. O sea, remarcar la dignidad del título y lo que este encierra. (…)
Luigi Pirandello revolucionó el teatro moderno al bajar los actores del escenario y mezclarlos con el público, alterando una arraigada convención de deslinde entre realidad y ficción, en sus “Seis personajes en busca de una autor”, estrenada en 1929. Del mismo modo puede decirse que hoy somos cuarenta millones de actores enfermos de anomia en busca de quienes asuman el vacante título de “restauradores de las leyes”, la seguridad jurídica y el encauce institucional del ejercicio y control del poder político.”
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Texto Completo
La restauración de las leyes… |
Por Roberto Antonio Punte |
Luego del alzamiento
militar de Lavalle en diciembre de 1828, que disolvió la Junta
de Representantes, fusiló
sin juicio previo al Gobernador y Primer Encargado de
las Relaciones Exteriores, D. Manuel Dorrego, asumiendo en su
lugar el mismo
Lavalle el gobierno en Buenos Aires, se produjo una
inmediata reacción en distintas provincias. La denominada
Convención Nacional nombró jefe del ejército de las
Provincias Unidas al gobernador de Santa Fe, López, quien
buscó alianza con Rosas, por entonces Jefe de Milicias.
Entre tanto, se reunían las fuerzas contrarias de Paz y
Lavalle. La amenaza de
extensión de la guerra civil, con gravísimas
consecuencias, determinó se firmara
en Cañuelas el 24 de junio de 1829 una Convención ,
suscripta por Lavalle como
gobierno de la ciudad, y por Rosas por el pueblo
armado de la campaña,
acordándose
elecciones con una lista de unidad, que finalmente no
fue respetada, lo que desembocó en nuevas hostilidades.Esto
concluyó en otro pacto, y la gobernación
provisoria de Viamonte , mientras seguía la guerra en
el interior, entre los ejércitos de Paz y los federales de
Quiroga. Viamonte convocó a
la disuelta Junta de Representantes
en la composición que había sido derrocada el año
anterior,
que reinició sus sesiones en diciembre de 1829,
disponiendo la inmediata elección de Gobernador y Capitán
General de la provincia, con las facultades extraordinarias
necesarias hasta la reunión de la próxima legislatura, en
la persona de Juan Manuel de Rosas, por 32 votos sobre
33, salvo Terrero, su amigo,
que votó por Viamonte. El 1º de diciembre de 1829, la Legislatura lo declaró formalmente “Restaurador de las leyes e instituciones de la Provincia”, junto con otros honores, que Rosas rechazó, aceptando sin embargo el título. Saldías recoge el texto del rechazo: ”El infrascripto no pretende hacer alarde de una modestia falaz…Basta ,señores, la aprobación unánime de los representantes .Basta que la Sala reconozca que al infrascripto le ha cabido la gloria de contribuir a restaurar las leyes ,para que él pueda legar a sus hijos una lección cívica más influyente que todas las condecoraciones...si bien se trata de “un título de honor permanente”- advierte- aunque “muestra la liberalidad de los representantes , es un paso peligroso para la libertad del pueblo, porque no es la primera vez que la prodigalidad de los honores ha empujado a los hombres públicos hasta el asiento de los tiranos..”[1] Gálvez
critica el gesto de adulación, pero rescata la noción de
“defensor de las leyes”. Urquiza, sin el título, lo
ejerció efectivamente. Al ser investido Director Provisorio
con encargo de impulsar el proceso constitucional , expresó
: “mi
programa político está fundado en los principios de
fraternidad, orden y olvido de
todo lo pasado” … ”siendo los actos todos de mi
vida pública
la garantía que os doy de la promesa que acabo de hacéros..que
cuando el Congreso Federativo sancione la Constitución
y los pueblos confederados entren en la senda
constitucional, yo devolveré
a él, el depósito que me habéis confiado…” Esta reseña no pretende
una moraleja lineal a partir
de hechos tan lejanos
en la historia de la provincia y del país, pero sí
resaltar que la restauración de las leyes e instituciones
configuró un título de supremo honor. O sea, remarcar la
dignidad del título y lo que este encierra. Esto sin olvido
de lo que
pueda alegarse o debatirse
sobre el largo gobierno, claramente personalista
y con abuso de
facultades extraordinarias de su entonces titular ,
siendo preciso
a la vez reconocer que
también debe aceptarse que en ese período se fueron
asentando tanto las bases jurídicas -el
Pacto Federal de 1831- como
las político institucionales
que permitieron luego , una vez derrocado Rosas ,
que en relativo poco tiempo se estableciera la etapa
de organización nacional .
En efecto, si el título de legislador reconocido
a Licurgo y a Moisés, fue un título honorífico que
trascendió en los siglos, no cabe dudas que el de
Restaurador de las Leyes e Instituciones es una dignidad que
vale
más allá de quien lo ostentara hace casi doscientos
años. La
historia no necesariamente se repite. Pero es maestra de
vida. Y en estos tiempos sin reglas, o con reglas
rengas, sólo para “los otros”, es necesario mirar por
quienes sepan asumir el ilustre título claramente vacante, y
pueda ejercerlo en el espíritu de este
tiempo presente, según los mejores modelos del
pasado. Luigi
Pirandello revolucionó el teatro moderno al bajar los
actores del escenario y mezclarlos con el público, alterando
una arraigada convención de deslinde entre realidad y ficción,
en sus “Seis personajes en busca de una autor”, estrenada
en 1929. Del mismo modo puede decirse que hoy somos cuarenta
millones de actores enfermos de anomia en busca de
quienes asuman el vacante título de “restauradores de las
leyes”, la seguridad jurídica y el encauce institucional
del ejercicio y control del poder político. Alberdi
en las Bases trazó un teorema y su respuesta, al
presentar
las distancias y el desierto, las medidas geográficas
y
humanas de nuestra realidad de 200.000 leguas
cuadradas en las que un puñado de habitantes “se
deslíe como una gota de carmín en el río Paraná”.
Así definió
nuestro mayor problema como
incipiente nación. Y a la pregunta, ¿cual
será la mejor constitución para un desierto? respondía
asertivamente: “aquélla
que haga que deje de ser un desierto”…Si hoy nuestro
principal problema es la anomia, el menosprecio de las
normas, la viveza criolla
descripta por Jauretche, la búsqueda persistente de
los atajos, no cabe duda que el mayor y buen remedio es
reencontrar la aplicación pareja de la buena ley. Pero esto
requiere profundos cambios desde el ejemplo público. Porque
las instituciones no tienen otra realidad que las que le
asignan los actores del entramado social. Quienes las habitan
y ponen en vida y acción. Hoy, ante el diagnóstico
generalizado de que es la anomia ,el incumplimiento de las
leyes y el menosprecio de las instituciones uno de los rasgos
definitorios de la vida nacional, no es
preciso requerir una guerra civil para que este título se
encuentre nuevamente en condiciones de ser ungido, ya no por
un hombre sino por muchos, tal vez por toda una generación
restauradora. En
consecuencia
la modificación de las conductas ha de surgir desde
altos modelos , que a la vez las cumplan. Nunca más de
superhombres autoungidos desafiantes
de toda regla, pues ese
caso el resto no hará sino aguaitar el momento, la
oportunidad, la distracción, la nocturnidad y la
sombra, para hacer en mayor o menor medida lo mismo. Habrá esta vez que
reservarlo para
quienes, sin perder su carácter republicano, sean
capaces de llenar las condiciones
indicadas, esto es liderar
el reencauzamiento institucional, la reparación de
los daños, y la instalación de un régimen según la ley y
la Constitución, así como establecer los caminos de una
renovada convivencia
en armonía, ejercida de modo leal y fiel, tanto por
los ciudadanos comunes como
aquellos a quienes corresponda ejercer funciones públicas.
Rosas asumió el 8 de enero de 1830, y pocos días
más tarde
la misma Junta de Representantes, por resolución del
25 de enero de 1830, dictó un decreto aprobando la conducta
política y militar de Rosas desde el 1 de diciembre de 1828
hasta el 8 de diciembre en que tomó posesión del gobierno
de la provincia, y le hizo formal entrega del título de
“Restaurador de las Leyes
e Instituciones de la provincia de Buenos Aires”,
confiriéndole además el grado de brigadier . Bibliografía:“Rasgos
de la vida pública de S. E. el Sr. brigadier general D. Juan
Manuel de Rosas” homenaje de la Sala de representantes
1842, Edición Facsimil, Ed. Free Land.Agradezco a Juan
Antonio Vergara del Carril, la facilitación de este
documento. Es difícil
encontrar las referencias a este título al cual se
refiere el historiador B. Lafont en su Historia de la
Constitución Argentina – Anarquía – Tiranía-
Organización – tomo II. Ed. FVD. Buenos Aires 1953, pág
115. Alberdi,
Juan Bautista “Bases..Caps.XIX y
XX,pgs.295,307....-Ed.Sudamericana
1969, con Comentario de Jorge Mayer. Galvez,
Manuel.”Vida de Dn. J.M de Rosas”-Ed.TOR
1959-Cap.VII-p.109. Saldías
,Adolfo –“Historia de la Confederación Argentina”-Eudeba
1973-TºI.-Cap.XVI. Documentos
de la Conformacion Institucional Argentina-PEN-MI.Imprenta
del Congreso-1974 p.497. |
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